“Es posible, en fin, que esta foto falsa sea una foto de foto de fotos al modo en que la Biblia es un libro de libros. “
Esta foto, sin ser exactamente una foto, ganó un importante premio de fotografía. Es posible que las cosas que no son, hartas de permanecer en el limbo del no ser, hayan comenzado a asomar la patita. Aclarémoslo: la imagen fue creada por un programa de inteligencia artificial a demanda de un usuario que se limitó a proporcionar una serie de instrucciones al algoritmo. Le pediría que hubiera dos mujeres, claro, de distintas edades, quizá que aparecieran tres manos, tal vez que la atmósfera general fuera de misterio y que un toque de sepia evocara el aroma de esas instantáneas antiguas que envejecen en el fondo de los álbumes familiares, tan parecidos a los féretros. Parece, de hecho, una foto exhumada.
Dado que el algoritmo, si no estamos equivocados, recorre en cuestión de milisegundos toda la información disponible sobre la solicitud y que escoge de aquí y de allá lo que le parece más pertinente, nos preguntamos de qué fotografías reales habrá sacado esos ojos, los de la joven y los de la mujer mayor; de dónde las narices, los labios, las cejas, el cabello, los pliegues de la ropa… Queremos pensar que todas esas partes anatómicas y de vestuario existieron de verdad y que fueron fotografiadas por alguien existente. Tal vez las pupilas fueron creadas a partir de miles de pupilas reales (siete mil píxeles por aquí, cuatro mil por allá…), lo mismo que los dedos artríticos de la mujer mayor y las orejas visibles de ambas. Es posible, en fin, que esta foto falsa sea una foto de foto de fotos al modo en que la Biblia es un libro de libros. En todo caso, nos deja sin palabras.
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