Dice mi amiga que le cuente algo del instante de la foto que le mando.
A mí me gustan mucho los mercados. En mis viajes, los busco con ahínco en las ciudades a donde voy.
Estas fotos fueron hechas en el mercado Siyob, en Samarcanda, mítica ciudad de la Ruta de la Seda. Yo no entiendo uzbeko, por supuesto, pero pienso en la algarabía de todas estas mujeres,a las que aún hoy cuando miro la foto, las estoy viendo y escuchando sin entender, entendiendo.
Cuando niña había veces que mi madre me llevaba con ella al mercado. Veía que iba de un puesto a otro preguntando a la casera el precio, pongamos de un kilo de vainas, buscando el mejor precio. Al final, satisfecha con su kilo de vainas una peseta más barato, volvía a casa con mi madre satisfecha de su proeza. Y yo sin entender el tiempo transcurrido por una simple peseta.
Con la edad he ido entendiendo que el placer consiste en esa charla que se establecía entre vendedores y compradores,; en ese rato de conversación que hoy día se sigue manteniendo, en general, en los países árabes.
Y esto me trae a la memoria un viaje a Marruecos. Queríamos visitar los Jardines de Menara en Marrakech y entre que estaba bastante alejado del centro y el calor, decidimos coger un coche de caballos. Preguntamos cuál era el precio de llevarnos, esperar a que visitáramos los jardines y traernos de vuelta. El precio que nos dió nos pareció exorbitante y; así comenzó el regateo bien aprendido de mi madre. Cuando la cantidad me pareció razonable, subimos al coche de caballos y así vimos los jardines.
Al anochecer, estando en el famoso Café Francés en la muy famosa Jemaa El Fna,se nos sentó a la mesa un marroquí . Nos preguntó, entre otras muchas cosas, qué habíamos visitado ese día. Así que le contamos nuestras andanzas y entre ellas, la visita a los famosos jardines. “¿Os habrá costado bastante el viaje? “nos dijo. Le contesté que, “bueno no fue barato pero tampoco excesivo” y le dije lo que habíamos pagado. Con cara de asombro y entre risas , nos dijo que ese precio era precio marroquí. Alucinaba de que lo hubiese conseguido. y alucinaba como lo había conseguido.
Ya veis lo que dan de sí las visitas infantiles a los mercados!!!
HAMBAR
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